lunes, 5 de marzo de 2012

“POBRE MÉXICO, TAN LEJOS DE DIOS…”



      
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·         W.H. Taft llamó a Porfirio Díaz en 1909
·         H. Truman en 1947 con Miguel Alemán
·         Fox se reunió cinco veces con G. Bush

Javier Rodríguez Lozano


Dicen que Barack Obama recomendó a Joseph Biden "evitar cualquier encuentro (con los presidenciables) que pudiera suponer sospecha de apoyo". Sin embargo, el “polígrafo” que todo periodista experimentado lleva en su segunda piel, no solo detectó lo contrario, sino además, sobresalientes contrastes gráficos que hablan por sí mismos.
Desde luego, tales contrastes se entenderán únicamente si se revisan los contactos presidenciales de la “vecindad distante” de Alan Rilding, aquel corresponsal de The New York Times, y que Porfirio Díaz había descrito de una manera tanto más trágica como certera, antes del primero de estos encuentros, el del 16 de octubre de 1909 cuando el presidente Taft lo mandó llamar a El Paso, Texas para sondear las intenciones que tenía de reelegirse en La Sucesión Presidencial del año siguiente, y que Francisco I. Madero le ganara arrolladoramente. En aquel entonces, el general Díaz exclamaría: “¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!”
No existe registro histórico de lo que Taft habló con Díaz un año antes de las elecciones presidenciales mexicanas, pero hasta un niño puede imaginarlo; igual que ahora, cuando incluso Biden dice a los periodistas que le resultó más impresionante su encuentro con la Virgen de Guadalupe que con los presidenciales… ¿Usted lo cree? Yo no.

20 MINUTOS MENOS
El vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden,  llegó a México para entrevistarse con el presidente Felipe Calderón y con los candidatos presidenciales Andrés Manuel López Obrador (60), Enrique Peña Nieto (60) y Josefina Vázquez Mota (40), en ese orden. Lo números entre paréntesis indican el tiempo que estuvo con cada uno de ell@s.
El evento no tendría ningún significado importante si no se hubiera utilizado ese formato, del orden alfabético, para justificar que los encuentros entre la Casa Blanca y la o el futuro Presidente de México son simplemente por razones de la relación bilateral, misma que todavía ninguno de ellos representa oficialmente… No fue solo eso.
La investigadora del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana (INEHRM) Angélica Vázquez del Mercado, relata cómo fue la primera visita de un presidente mexicano a Estados Unidos, y la de un presidente estadunidense a México: las de Porfirio Díaz a William Howard Taft, el 16 de octubre de 1909, en El Paso, Texas-Ciudad Juárez, Chihuahua, de cuyas conversaciones no existe documento oficial alguno.
Por eso es fácil inferir que después de publicado el libro La Sucesión Presidencial de Francisco I. Madero y estalladas las chispas de la Revolución en Chihuahua, Cananea, Río Blanco y Puebla, tres años atrás, Estados Unidos estaba tan preocupado entonces por la seguridad de sus tres mil 152 kilómetros de frontera, como hoy lo están con más de 50 mil muertos de la guerra mexicana al crimen en los últimos cinco años y medio.
Fue Taft el que llamó a conversar a Porfirio Díaz, quien para entonces ya había acuñado su famosa frase: “¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!”, y que Carlos Fuentes, en La frontera de cristal, 1955, modificara “…Y tan cerca el uno del otro”. Es fácil sospechar de qué hablaron los presidentes porque nada cambió y dos años después Díaz marcharía al exilio francés sin retorno… Es decir, Taft apoyó a la Revolución.

FOTOS: MÁS QUE MIL PALABRAS
Esta vez, en las fotografías de los periódicos puede verse a un adusto Biden con Amlo, en contraste con la sonrisa que prodigara a Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota. Sin embargo, los 20 minutos que le restó a su reunión con la candidata panista y su rechazo a reunirse con Gabriel Cuadri, de Nueva Alianza, evidencian señales sin desperdicio, ambas de un peso consistente y de los cuales prefiero subrayar el de la próxima revolución educativa que habrá en México.
Otro presidente estadunidense, Calvin Coolidge, daría su visto bueno –como ya escribimos en este mismo espacio el sábado 4 de febrero pasado—  al primer candidato presidencial mexicano que acude a la Casa Blanca con ese propósito: Plutarco Elías Calles, en 1924. Y no describamos las ríspidas relaciones entre los 43 presidentes estadunidenses que anteceden a Obama, desde George Washington y hasta George W. Bush, con los 72 presidentes mexicanos, desde Guadalupe Victoria y hasta Felipe Calderón, donde los últimos 26 pertenecen al periodo revolucionario.
Hoy en 2012, con el crimen organizado incendiando la vecindad sureña, se requiere muy poca imaginación para saber a qué viene el vicepresidente Biden. La principal señal la da el orden de las entrevistas con los candidatos presidenciales, presuntamente alfabético, pero a lo mejor es “un plan con maña”, quizá porque hace seis años Estados Unidos no simpatizó con la candidatura de López Obrador, como han reportado oportunamente los cables de WikiLeaks publicados en La Jornada.
La nueva actitud del político tabasqueño muy seguramente ya impactó no solo al presidente Barack Obama, sino a la clase política estadunidense. Por ejemplo, los sorprendentes acuerdos con importantes grupos empresariales, a los que en el pasado reciente calificara de “delincuentes de cuello blanco”; la configuración de su gabinete, con personalidades irreprochables y, sobre todo, el brusco golpe de timón a su discurso, nada agresivo ni violento sino, por encima de todo, con un gran potencial de tolerancia a la frustración, como dijeran los sicólogos que han superado a Freud, tal y como se puede ver en su cordura y serenidad ante el rechazo del Partido de la Revolución Democrática a sus candidatos.
(Al salir de su entrevista con Biden, López Obrador dijo: “…Eso si lo puedo decir…”. Expresión que a cualquier “polígrafo” le revela que “hubo algo que no se puede decir”).
Esta visita oficial estadunidense, culmen de la activa agenda de la Casa Blanca para asuntos mexicanos, regresa al proceso de La Sucesión Presidencial a su punto de partida y sus resultados los veremos, igual que después del encuentro Taft-Díaz, dentro de muy poco tiempo, digamos, después del 1 de julio de 2012.
Vázquez del Mercado describe las palabras de Mr. Dickinson, secretario de Guerra en el gabinete de Taft, al recibir en aquel 1909 al presidente Díaz en la Cámara de comercio de El Paso: “Usted es el primer jefe del Ejecutivo de una nación que cruza nuestras fronteras”. 
Media hora después, don Porfirio recibiría a Taft en la Aduana de Ciudad Juárez. El primer presidente estadunidense que pisaba suelo mexicano, como él mismo lo reconociera: “Hasta donde alcanza mi memoria, ningún presidente estadunidense había pisado tierras mexicanas”.  (Tenía razón, Calles, que fue a la Casa Blanca en el 24, era candidato presidencial).
No todos los presidentes de la Revolución han recibido a sus homólogos estadunidenses (no digo norteamericanos, porque norteamericanos también lo somos los mexicanos y los canadienses, por el solo hecho de vivir en el norte de América).

MATÓ A MILES  Y MURIÓ A LOS 92
Después del encuentro Díaz-Taft, otro sobresaliente fue el de Harry S. Truman y Miguel Alemán Valdés, el 3 de marzo de 1947 en la Ciudad de México, días en los que la celayense Beatriz Velasco Mendoza de Alemán daba a luz. El representante del Tío Sam rompió todo protocolo y rindió honores a los Niños Héroes, aquellos caídos en la invasión estadunidense de 1847 y a los héroes de la Independencia, cuando la Unión Americana nos arrancara “las escrituras” de la Alta California, que con las de 1836 de Texas, significaban más de medio país perdido.
El 29 de abril siguiente Alemán visitaría Washington y en la cena de gala, primera en su tipo a decir del propio Truman, en que “arrojamos por la ventana al viejo protocolo”: Había invitado a cenar con el presidente mexicano a todos los poderes de Estados Unidos: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y lo que Rius llamaría “las fuerzas vivas”.
Lo que buscaba Alemán era financiar el despegue industrial mexicano, que inició con los primeros 150 millones de dólares; una bicoca porque la reconstrucción europea postguerra estaba absorbiendo mucho más dinero.
Truman iniciaba así la hiperactiva política exterior estadunidense, después de haber oprimido el 6 de agosto de 1945, desde el Pentágono el botón rojo con el que el coronel Paul Tibbets liberara desde su B-29, el Enola Gay, sobre Hiroshima, la bomba atómica que mató instantáneamente a 100 mil personas; y tres días más tarde la segunda bomba atómica, sobre Nagasaki, causaría 73 mil muertes. (En Tibbets no se cumplió la Ley del Bumerang: mató a miles de personas y moriría a los 92 años de edad como si no hubiera pasado nada)… Por eso Truman echaba el protocolo por la ventana.

ALM ECHÓ LOS CANES A JACKY
Y lo que sigue más parece una novela romántica que una visita de Estado. Hay una crónica en la hemeroteca de Excélsior, del 29 de julio de 1962, dos años antes de La Sucesión Presidencial que ganaría Gustavo Díaz Ordaz, que da cuenta de la visita del presidente más popular de Estados Unidos: John F. Kennedy, a quien acompañara su esposa Jacky Lee Bouvier, que fueron agasajados por el presidente Adolfo López Mateos y su esposa Eva Sámano Bishop.
La popularidad de Kennedy, demócrata, se debía a las políticas sociales implementadas por el gobierno estadunidense en América Latina. México, además, en aquellos años era predominantemente liberal y así había hecho la Revolución; la derecha acababa de surgir con Alemán en el 52, aunque ya existiera su partido político desde 1939.
La curiosa crónica de la cena oficial de los López Mateos con los Kennedy relata, según el diplomático Justo Sierra Casasús, hijo de ya saben quién, que cuando el presidente estadunidense chuleaba el reloj de don Adolfo el joven, éste se lo quitó y se lo regaló, asombrando al presidente Kennedy. Pasaron los minutos y de pronto, el siempre galante presidente mexicano se le ocurre decirle al oído al presidente estadunidense que su esposa era muy bonita: De inmediato, Kennedy le devolvió su reloj a don Adolfo.
Otros encuentros aún frescos en la memoria y más con pena que con gloria, fueron los de José López Portillo, en  febrero de 1979 con James Carter en la Ciudad de México; en enero de 1981 con Ronald Reagan en el Puente entre Ciudad Juárez, Chihuahua y el Paso, Texas; y en octubre siguiente, con Reagan en Cancún. En estos encuentros no se reportó pero los presidentes hablaron de La Sucesión Presidencial de 1982, en la que don Javier García Paniagua amenazaba con ganarle la candidatura a Miguel de la Madrid.
De la Madrid Hurtado se entrevistó dos veces con Ronald Reagan, la primera vez en Mexicali, Baja California y la segunda, en febrero de 1988, en Mazatlán, Sinaloa. He aquí otra coincidencia: En el segundo encuentro se aproximaba La Sucesión Presidencial aquella de la tristemente célebre caída del sistema.
Carlos Salinas de Gortari se entrevistó en su sexenio con George Bush, padre, en Monterrey y en Agualeguas, Nuevo León, en 1990; Ernesto Zedillo recibió dos ocasiones a William J. Clinton: en mayo de 1997 se vieron en la capital mexicana y en febrero de 1999, en Mérida, Yucatán, en la que muy probablemente Zedillo le hablaría a Clinton de los resultados de la sana distancia impuesta por su administración para facilitar el arribo de Fox. ¿Una coincidencia más? El PRI estaba a un paso de perder la Presidencia.

EL “COMES Y TE VAS” DE FOX
En 2001 se reúne Vicente Fox con George Bush en Guanajuato; la nuera del mandatario estadunidense es guanajuatense. Entre 2002 y 2006 el presidente mexicano se reuniría cuatro veces más con su homólogo estadunidense, una de ellas en Monterrey donde le dijera a Fidel Castro: “Comes y te vas”.
Y el actual presidente de México, Felipe Calderón, se encontró con George Bush en marzo del 2007, en Mérida Yucatán; y el 16 y 17 de abril de 2011 se reunió con Barack Obama en la Ciudad de México, a un año de La Sucesión Presidencial.
Nótese las coincidencias en las fechas de los encuentros presidenciales, invariablemente siempre cercanos a las elecciones.
Ciertamente, como escribe Sabin o Bastidas Colinas, en El País del 23 de febrero pasado, acerca de la visita de Biden a México y sus encuentros con los presidenciables, a propósito de la ríspida relación bilateral: “Es urgente convencer de que es posible y necesaria una ruta distinta, de integración civilizada, pactada, con un enfoque de desarrollo social y de cooperación para el desarrollo. Es necesario elaborar una visión geopolítica más estratégica, no sólo de la frontera, sino de toda la relación bilateral.
Convencer a todos, de ambos lados de la frontera, que la seguridad, la verdadera seguridad, la de largo plazo, no la dan los muros, sino las escuelas. Es necesario, es urgente, romper la frontera de cristal”.

LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS…
Además de las coincidencias en los encuentros cercanos del primer tipo, una mirada penetrante, acuciosa y meditable sobre las fotografías de las reuniones, así como la lectura de las notas periodísticas que no revelan absolutamente nada, nos darán la pauta del verdadero significado de este evento bilateral:
El presidente Obama está curioso por conocer mejor a Andrés Manuel López Obrador, entre ellos hay coincidencias, pero no tan cercanas puesto que la democracia liberal que ostentan está tan lejos una de la otra, como la de Marcelo Ebrard con la de José Luis Rodríguez Zapatero. Por otro lado, Carlos Gardel decía que “20 años no es nada”, pero en política electoral 20 minutos menos es demasiado… Yo ya tengo mi diagnóstico… Usted, ¿ya tiene el suyo?

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